viernes, 25 de octubre de 2013

De la escalada al baile pasando por el triatlon

Nunca me ha sido fácil cambiar de deporte. Aunque sea de INEF y me encante practicar deporte, a la hora de mantener una constancia necesito que el deporte me apasione. Puedo entender muy bien a toda la gente que deja el gimnasio, la piscina o el equipo local de petanca isleña sub-21. Es necesario estar en casa, en el trabajo y en el vater pensando en la próxima vez que vas a calzarte los tacos de fútbol, montarte en tu triciclo, limpiar tu bola de bolos o subirte el tutú a la altura de las caderas, apretarlo fuerte, quitarte el resto de ropa, pintarte las uñas a juego y salir a recorrer la gran vía hasta llegar a la media maratón. Tienes que ser un maldito freak de esa actividad.

Y llevo años que la escalada ha sustituido a esas largas noches de crack y heroína, éxtasis y desmadre, resacas y paracetamoles. Soñar con el siguiente finde, revisar la guía de escalada mientras plantas un pino, cerrar los ojos y ver invertidos, bidedos, cazos, y chapajes peligrosos que te ayudan a ir cortando el papel higiénico. Y ahora que coño hago aquí que no hay ni un bordillo al que asomarse.

Pues empecé por hacer algo para no perder la forma y en cierto modo para dar ejemplo de lo que educo. No me cuesta mucho nadar y aquí tenemos una piscina de 25 m. Perfecto. Algún día me asomé por el gimnasio, pero hay algo macabro en esos lugares que me espanta. Otro día salí a correr con dos amigas que se preparaban un triatlón. Luego las vi correrlo mientras me bebía un coco en la playa. Y me picó la curiosidad. Y me rasqué, pero nada.

Este finde habría corrido mi primera tri (sprint, la mitad que la olímpica), pero el destino nos dejó sin bicicletas y volviendo a ver a la gente correr desde la arena. A la próxima voy preparado. No me entusiasma correr, la bicicleta la llevo pero aburre si entro solo. A nadar estoy enganchado, jamás me imaginaba nadando más de 800 m sin parar. Soy más de deportes explosivos (como las granadas, como la diarrea). Pero aquí estoy.

¿Me entusiasma y llena igual que la escalada? No me jodas, no hay color. Pero como metadona está bien. Ahora... hay algo que si me está picando además de los mosquitos. El baile. Y lo digo así, entre puntos y seguido, con la boca pequeña. Es como que me da hasta cosa decirlo. Yo. Bailando. Caguese usted explosivamente. Llegué con el reto de afrontar miedos y me lo he tomado en serio.

Un par de clases, unas cuantas amigas con paciencia infinita, unas cuantas cervezas, mucha verguenza, pisotones y desasosiegos... ya estoy haciendo mis pinitos. Nada del otro mundo, pero bailo. Y pienso en la próxima vez. Y cierro los ojos e imagino el paso de bachata. Y abro un video de salsa...

Quizá la música no me engancha como para escucharla en casa, pero el baile me parece la hostia. Y esta guay tener cosas así en la cabeza. Retos así. Estoy deseando agarrar a Elvira y sacarla a bailar durante horas. ¡Y a mi hermana! ¡Y mi madre! Wow.

2 comentarios:

  1. Prepárate Eugénico, basta que lo digas una vez pa' tenerme bailando salsa o bachata contigo. OH YEAAAAAAAH! Al final acabamos toda la familia en los bailes latinos ;)

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  2. jajajaja, me parto, ganas de verte dandolo todo al ritmo de juan luis guerra...

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